Gestión Integral del Riesgo a
desastres
La gestión
del riesgo de desastre surgió como propuesta para garantizar que los procesos
de desarrollo impulsados en la sociedad se den en las condiciones óptimas de
seguridad posible. El riesgo y su
gestión no son algo externo al desarrollo sino un componente intrínseco a él.
La gestión
del riesgo como parte de la gestión del desarrollo hizo necesario el
replanteamiento de responsabilidades institucionales, más allá de organismos
especializados en el desastre y su atención.
Ello implica el compromiso de nuevos actores en la problemática, como
instancias de planificación del desarrollo, de la gestión ambiental y urbana,
municipalidades, organizaciones comunitarias, sector privado, ONG de
desarrollo, etc. (Gellert, 2012)
Fuente: www.icosochiapas.gob.mx
El riesgo
tiene su manifestación más visible a través de los desastres grandes asociados
a eventos extremos de la naturaleza, como terremotos, huracanes, erupciones
volcánicas, etc. Sin embargo el riesgo
no sólo se manifiesta a través de desastres mayores con altas pérdidas, sino en
múltiples y numerosos desastres a escala local que provocan más daños y
materiales que los grandes eventos que dominan la atención de los medios. Estos desastres pequeños ocurren casi a
diario durante la época lluviosa en Guatemala, como las inundaciones,
deslizamientos, lluvias destructivas, vendavales, etc. Muchos de estos eventos de menor magnitud se
repiten año tras año en las mismas localidades y aunque no siempre son
altamente destructivos y cobran vida, erosionan de forma constante los medios
de vida, ante todo en las zonas rurales.
Actualmente,
se sabe cómo se origina una inundación, un sismo, un huracán o una erupción
volcánica, cuáles son las zonas que presentan mayor riesgo, en qué momento
aproximado pueden tener lugar dichos fenómenos e, incluso, se estima su magnitud.
En la medida que el desastre es polifacético, no es conveniente restringir su
análisis a la perspectiva que hace predominar el conocimiento natural o
tecnológico, porque el concepto de desastre es una categoría social. Por estas
razones, interesa indagar los procesos sociales que inciden y se conjugan con
los desencadenantes naturales o tecnológicos, para generar un desastre. (Herzer, Rodriguez, Celis, Bartolomé, & Caputo,
2002)
Los
desastres ya no se conciben como sucesos geofísicos aislados, singulares y
extremos, sino que son manifestaciones de un proceso social continuo que
impacta en las condiciones de la vida cotidiana de una sociedad. Comienza así a
perfilarse un enfoque más integral, que analiza al desastre no sólo como producto
sino también como proceso.
Un fenómeno
natural puede convertirse en amenaza para un grupo humano solamente cuando éste
es vulnerable, por ejemplo, un sismo fuerte en una zona despoblada no es
ninguna amenaza. Si ocurriese un
terremoto en un área desértica, por más intenso que fuera, no constituiría un
desastre. Así, no todo acontecimiento crítico se convierte automáticamente en
desastre, para que ello ocurra, el evento debe impactar en una sociedad y
superar la capacidad de la misma para hacerle frente. Se convierte en desastre
cuando irrumpe su cotidianeidad y da lugar a consecuencias sociales, económicas
y políticas que suponen una regresión y un retraso en el nivel de desarrollo
que presenta esa sociedad. Por lo tanto, llamar a los desastres naturales o no,
puede parecer un formalismo insignificante pero que tiene mucho que ver con la
actitud frente al problema. Si hablamos
de desastre natural nos encontramos con la tradicional percepción de que los desastres
son sinónimos a eventos extremos de la naturaleza, inevitables, inesperados y
nos queda solamente prepararnos para situaciones de emergencia y enfrentar la
posterior recuperación y reconstrucción. (Gellert, 2012) (Herzer,
Rodriguez, Celis, Bartolomé, & Caputo, 2002)
Se percibe
al hombre solamente como víctima de los desastres y no como sujeto responsable
en la construcción de riegos que permiten su ocurrencia, transmitiendo la idea
de una sociedad impotente frente a las fuerzas extremas de la naturaleza y
fomentando una percepción fatalista frente a la problemática.
El istmo
centroamericano es solamente responsable del 0,5% de las emisiones de gases de
efecto invernadero, mientras es considerada la región más vulnerable dentro de
la zona tropical ante los extremos y la variabilidad de eventos climáticos. No
obstante, esta vulnerabilidad corresponde a los rezagos en el desarrollo humano
y la potenciación de las amenazas asociadas a fenómenos hidrometeorológicos
generada por factores como la degradación ambiental, la ausencia de
ordenamiento territorial, la falta de control en el uso del suelo y la falta de
una gestión integral del recurso agua.
La gestión
del riesgo ha mostrado sus mejores resultados en los lugares o comunidades
donde se sufren las consecuencias de los riesgos y existe una mayor conciencia
frente al problema. De esta manera se facilita vincular la gestión de riesgo a
los proyectos de desarrollo local o comunitario. (Gellert, 2012)
Una gestión
de riesgos de desastre, que abarca tanto las políticas y acciones de
mitigación, diagnóstico, preparación y prevención de desastres, que tienden a
reducir la vulnerabilidad, como las estrategias de atención en la emergencia o
capacidad de respuesta a los impactos inmediatos de un desastre, la
rehabilitación y reconstrucción. En este sentido la gestión del riesgo supone
no sólo la intervención del gobierno sino también la interacción de distintos
actores sociales públicos y privados que incorporen las hipótesis de riesgo en
sus modalidades de interacción con la sociedad local. (Herzer, Rodriguez, Celis, Bartolomé, & Caputo, 2002)
El desafío
de la gestión es reconocer el riesgo recurrente y construir una política de
prevención y mitigación del riesgo con la participación de los actores
involucrados. La estrategia, las acciones y proyectos propuestos debieran :
- · Incluir activamente a la sociedad local a través de su participación.
- · Estar justificados técnica, económica, financiera y ambientalmente.
- · Estar apoyados y avalados por los actores sociales de la zona, la población y sus organizaciones.
- · Los proyectos deben ser congruentes con las visiones y posibilidades de la población y factibles desde la perspectiva económica, social y cultural de la sociedad
- · Lograr un equilibrio adecuado en la propuesta de distintos mecanismos de reducción de riesgo, incluyendo, un balance entre las medidas estructurales y no estructurales; la adecuación de las formas y componentes productivos, de los mecanismos financieros y seguros; y el fortalecimiento de las modalidades y condiciones generales de vida de la población que asegure una mejor capacidad de acción frente al riesgo de inundaciones.
- · Estar acompañados por definiciones sobre las formas organizativas y las competencias institucionales requeridas para su implementación y continuidad. (Herzer, Rodriguez, Celis, Bartolomé, & Caputo, 2002)
La gestión
del riesgo colectivo involucra tres políticas públicas distintas: la
identificación del riesgo (percepción individual, representación social y
estimación objetiva), la reducción del riesgo (prevención-mitigación) y el
manejo de desastres (respuesta y recuperación). (Cardona, s.f.)

Fuente: http://es.slideshare.net/uicnmesoamerica
COMENTARIO
Dependiendo
de qué tan vulnerable sea una comunidad o sociedad, así será la magnitud del
desastre y su capacidad para hacerle frente; y se debe tomar en cuenta que al
hablar de vulnerabilidades no sólo debe incluirse a la pobreza, sino también a la
ausencia de instituciones que garanticen la seguridad en toda su extensión,
falta de controles municipales en la creación de colonias, residenciales y
asentamientos, falta de infraestructura pública y de servicios públicos
locales. Entonces, para lograr que nuestras
comunidades sean más seguras y menos vulnerables para que no se sigan sumando
nuevos riesgos se debe iniciar por mejorar y eliminar las vulnerabilidades
existentes, tratando de evaluar los desastres que pueden generarse y sus
causas para tomar líneas de acción que
nos permitan vivir mejor, basados en el desarrollo sostenible y que tengamos
certeza de una seguridad ciudadana promovida por las autoridades.
Bibliografía
Cardona,
O. (s.f.). La necesidad de repensar de manera holística los conceptos de
vulnerabilidad y riesgo. Colombia: CEDERI.
Gellert, G. (2012). El cambio de paradigma: de la
atención de desastres a la gestión del riesgo. Sapiens Research,
13-17.
Herzer, H., Rodriguez, C., Celis, A., Bartolomé, M.,
& Caputo, G. (2002). Convivir con el riesgo o la gestión del riesgo.
La Red.
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