lunes, 16 de mayo de 2016

Gestión Integral del Riesgo a Desastres




Gestión Integral del Riesgo a desastres

La gestión del riesgo de desastre surgió como propuesta para garantizar que los procesos de desarrollo impulsados en la sociedad se den en las condiciones óptimas de seguridad posible.  El riesgo y su gestión no son algo externo al desarrollo sino un componente intrínseco a él.

La gestión del riesgo como parte de la gestión del desarrollo hizo necesario el replanteamiento de responsabilidades institucionales, más allá de organismos especializados en el desastre y su atención.  Ello implica el compromiso de nuevos actores en la problemática, como instancias de planificación del desarrollo, de la gestión ambiental y urbana, municipalidades, organizaciones comunitarias, sector privado, ONG de desarrollo, etc. (Gellert, 2012)

 Fuente: www.icosochiapas.gob.mx

El riesgo tiene su manifestación más visible a través de los desastres grandes asociados a eventos extremos de la naturaleza, como terremotos, huracanes, erupciones volcánicas, etc.  Sin embargo el riesgo no sólo se manifiesta a través de desastres mayores con altas pérdidas, sino en múltiples y numerosos desastres a escala local que provocan más daños y materiales que los grandes eventos que dominan la atención de los medios.  Estos desastres pequeños ocurren casi a diario durante la época lluviosa en Guatemala, como las inundaciones, deslizamientos, lluvias destructivas, vendavales, etc.  Muchos de estos eventos de menor magnitud se repiten año tras año en las mismas localidades y aunque no siempre son altamente destructivos y cobran vida, erosionan de forma constante los medios de vida, ante todo en las zonas rurales.

Actualmente, se sabe cómo se origina una inundación, un sismo, un huracán o una erupción volcánica, cuáles son las zonas que presentan mayor riesgo, en qué momento aproximado pueden tener lugar dichos fenómenos e, incluso, se estima su magnitud. En la medida que el desastre es polifacético, no es conveniente restringir su análisis a la perspectiva que hace predominar el conocimiento natural o tecnológico, porque el concepto de desastre es una categoría social. Por estas razones, interesa indagar los procesos sociales que inciden y se conjugan con los desencadenantes naturales o tecnológicos, para generar un desastre. (Herzer, Rodriguez, Celis, Bartolomé, & Caputo, 2002)

Los desastres ya no se conciben como sucesos geofísicos aislados, singulares y extremos, sino que son manifestaciones de un proceso social continuo que impacta en las condiciones de la vida cotidiana de una sociedad. Comienza así a perfilarse un enfoque más integral, que analiza al desastre no sólo como producto sino también como proceso.

Un fenómeno natural puede convertirse en amenaza para un grupo humano solamente cuando éste es vulnerable, por ejemplo, un sismo fuerte en una zona despoblada no es ninguna amenaza.  Si ocurriese un terremoto en un área desértica, por más intenso que fuera, no constituiría un desastre. Así, no todo acontecimiento crítico se convierte automáticamente en desastre, para que ello ocurra, el evento debe impactar en una sociedad y superar la capacidad de la misma para hacerle frente. Se convierte en desastre cuando irrumpe su cotidianeidad y da lugar a consecuencias sociales, económicas y políticas que suponen una regresión y un retraso en el nivel de desarrollo que presenta esa sociedad. Por lo tanto, llamar a los desastres naturales o no, puede parecer un formalismo insignificante pero que tiene mucho que ver con la actitud frente al problema.  Si hablamos de desastre natural nos encontramos con la tradicional percepción de que los desastres son sinónimos a eventos extremos de la naturaleza, inevitables, inesperados y nos queda solamente prepararnos para situaciones de emergencia y enfrentar la posterior recuperación y reconstrucción. (Gellert, 2012) (Herzer, Rodriguez, Celis, Bartolomé, & Caputo, 2002)

Se percibe al hombre solamente como víctima de los desastres y no como sujeto responsable en la construcción de riegos que permiten su ocurrencia, transmitiendo la idea de una sociedad impotente frente a las fuerzas extremas de la naturaleza y fomentando una percepción fatalista frente a la problemática.

El istmo centroamericano es solamente responsable del 0,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras es considerada la región más vulnerable dentro de la zona tropical ante los extremos y la variabilidad de eventos climáticos. No obstante, esta vulnerabilidad corresponde a los rezagos en el desarrollo humano y la potenciación de las amenazas asociadas a fenómenos hidrometeorológicos generada por factores como la degradación ambiental, la ausencia de ordenamiento territorial, la falta de control en el uso del suelo y la falta de una gestión integral del recurso agua.

La gestión del riesgo ha mostrado sus mejores resultados en los lugares o comunidades donde se sufren las consecuencias de los riesgos y existe una mayor conciencia frente al problema. De esta manera se facilita vincular la gestión de riesgo a los proyectos de desarrollo local o comunitario. (Gellert, 2012)

Una gestión de riesgos de desastre, que abarca tanto las políticas y acciones de mitigación, diagnóstico, preparación y prevención de desastres, que tienden a reducir la vulnerabilidad, como las estrategias de atención en la emergencia o capacidad de respuesta a los impactos inmediatos de un desastre, la rehabilitación y reconstrucción. En este sentido la gestión del riesgo supone no sólo la intervención del gobierno sino también la interacción de distintos actores sociales públicos y privados que incorporen las hipótesis de riesgo en sus modalidades de interacción con la sociedad local. (Herzer, Rodriguez, Celis, Bartolomé, & Caputo, 2002)

El desafío de la gestión es reconocer el riesgo recurrente y construir una política de prevención y mitigación del riesgo con la participación de los actores involucrados. La estrategia, las acciones y proyectos propuestos debieran :
  • ·        Incluir activamente a la sociedad local a través de su participación.
  • ·        Estar justificados técnica, económica, financiera y ambientalmente.
  • ·        Estar apoyados y avalados por los actores sociales de la zona, la población y sus organizaciones.
  • ·        Los proyectos deben ser congruentes con las visiones y posibilidades de la población y factibles desde la perspectiva económica, social y cultural de la sociedad
  •  ·        Lograr un equilibrio adecuado en la propuesta de distintos mecanismos de reducción de riesgo, incluyendo, un balance entre las medidas estructurales y no estructurales; la adecuación de las formas y componentes productivos, de los mecanismos financieros y seguros; y el fortalecimiento de las modalidades y condiciones generales de vida de la población que asegure una mejor capacidad de acción frente al riesgo de inundaciones.
  • ·        Estar acompañados por definiciones sobre las formas organizativas y las competencias institucionales requeridas para su implementación y continuidad. (Herzer, Rodriguez, Celis, Bartolomé, & Caputo, 2002)

La gestión del riesgo colectivo involucra tres políticas públicas distintas: la identificación del riesgo (percepción individual, representación social y estimación objetiva), la reducción del riesgo (prevención-mitigación) y el manejo de desastres (respuesta y recuperación). (Cardona, s.f.)

 
Fuente:  http://es.slideshare.net/uicnmesoamerica

COMENTARIO
Dependiendo de qué tan vulnerable sea una comunidad o sociedad, así será la magnitud del desastre y su capacidad para hacerle frente; y se debe tomar en cuenta que al hablar de vulnerabilidades no sólo debe incluirse a la pobreza, sino también a la ausencia de instituciones que garanticen la seguridad en toda su extensión, falta de controles municipales en la creación de colonias, residenciales y asentamientos, falta de infraestructura pública y de servicios públicos locales.  Entonces, para lograr que nuestras comunidades sean más seguras y menos vulnerables para que no se sigan sumando nuevos riesgos se debe iniciar por mejorar y eliminar las vulnerabilidades existentes, tratando de evaluar los desastres que pueden generarse y sus causas  para tomar líneas de acción que nos permitan vivir mejor, basados en el desarrollo sostenible y que tengamos certeza de una seguridad ciudadana promovida por las autoridades.

Bibliografía

Cardona, O. (s.f.). La necesidad de repensar de manera holística los conceptos de vulnerabilidad y riesgo. Colombia: CEDERI.
Gellert, G. (2012). El cambio de paradigma: de la atención de desastres a la gestión del riesgo. Sapiens Research, 13-17.
Herzer, H., Rodriguez, C., Celis, A., Bartolomé, M., & Caputo, G. (2002). Convivir con el riesgo o la gestión del riesgo. La Red.

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